divendres, 4 de febrer del 2011

Reglas del juego

EL HOMBRE QUE ME AME.
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer la que anida en mi,
la golondrina
transparente de la ternura.

II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con que yo estaré al lado suyo.

III

El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV
El hombre que me ame
no dudara de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo
respetara la tristeza, el silencio
y con caricias tocara mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.

V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mi
la hamaca para descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si necesario.

VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en trinchera
rodilla en tierra me amara
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX

El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del
enamoramiento
en una plaza publica llena de multitudes
Podrá gritar: te quiero
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el mas hermoso y humano de los sentimientos.

X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura

XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme o etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
Gioconda Belli
 
 
  EL HOMBRE A QUIEN QUIERO AMAR.
I
El hombre al que quiero amar
deberá limpiar la llave oxidada,
que abre la cerradura de mi alma
y entibiarla
con el sol de la devoción
y la esperanza,
y pueda volver a volar
como paloma de paz

II
El hombre que quiero amar
deberá ser mi compañero
tratándome de igual
respetándome y escuchándome
sin juzgarme, ni reprocharme,
jamás.

III
El hombre al que quiero amar
deberá hacerme sentir única,
reina en su castillo, ondina en sus aguas,
y alegría perpetua en sus ojos
cuando me mire en ellos
para elevar mi autoestima.

IV
El hombre  que quiero amar
tocará las fibras de mi ser
como templando las cuerdas de un violín
y sus acordes en mi piel
se dibujaran en deseos encendidos
en comunión con los de él.

V
Él, mi hombre, con su amor
me acompañara en mis silencios
correrá tras mis risas
será mi pañuelo en mis lágrimas
respetará sin preguntas mi espacio
y comprenderá tranquilo
todas mis ausencias,
porque sabrá que en todo ello
él siempre está.
VI
Él, siempre él...
hará versos de mis enfados
y de mis huidas prosas
y nuestra vida en común
será toda ella un poema
del más encendido y deseado amor.

VII
El hombre al que quiero amar
paseará sus dedos
por el trigal de mi pelo
mientras mis manos se abrazan a su talle
cuando reposemos el amor
en la vigilia de la visita del sueño.

VIII
Mi hombre
será mi compañero de juegos
mi arma en mi lucha
mi contertulio en mis charlas
mi amigo, mi cómplice, mi amante
y mi inspiración eterna.

IX
Mi hombre
me esperará siempre
con el ansia del novio primerizo,
acorralará mis ojos cuando le asedien
y sus manos volaran sobre mí
como alas de cientos
de mariposas.
X
Mi hombre
me perdonará mis errores
y los enterrará con una palada de comprensión
señalándome el camino correcto
con canastas repletas
de racimos de ternuras.

XI
Y yo a cambio le daré a mi hombre
reposo, en sus guerras
y en sus marejadas, calma
le pondré sonrisas a sus enfados
y mi regazo será su cuna en sus silencios
seré siempre su escalera firme
cuando quiera subir al paraíso.
y no podrá jamás contar mis besos
porque serán eternos en mis labios
para él.

Tatiana Krahe
Madrid, Diciembre 2003
 
 

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