diumenge, 24 de juny del 2012

Cuento de amistad



Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron
fulminados.

Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…)

La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:

- Buenos días.

- Buenos días – Respondió el guardián.

- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

- Esto es el Cielo.

- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!

- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera.

Y el guardián señaló la fuente.

- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

- Lo siento mucho – Dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dió las gracias al guardián y siguió adelante.

Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.

- Buenos días – dijo el caminante.

- El hombre respondió con un gesto de la cabeza.

- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo

- Hay una fuente entre aquellas rocas – dijo el hombre, indicando el lugar.

- Podéis beber toda el agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.

El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

- Podéis volver siempre que queráis – Le respondió éste.

- A propósito ¿Cómo se llama este lugar?- preguntó el hombre.

- CIELO.

- ¿El Cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!

- Aquello no era el Cielo. Era el Infierno – contestó el guardián.

El caminante quedó perplejo.

- ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones! – advirtió el caminante.

- ¡De ninguna manera! – increpó el hombre – En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus verdaderos amigos.





    Jamás abandones a tus verdaderos Amigos aunque eso te produzca inconvenientes personales. Si ellos han estado dándote su amor y compañía
     has  contraído una deuda:
                          "No abandonarlos nunca", porque:


Hacer un Amigo es una Gracia
Tener un amigo es un Don
Conservar un Amigo es una Virtud
Ser un Amigo es un Honor
 
 

Aprender

En la vida aprenderás que no todo gira a tu alrededor, que dependes de la gente que te rodea aunque no te guste reconocerlo, a ser fuerte cuando debas y a ser débil cuando lo necesites.
 Aprenderás a reírte de ti misma en los peores momentos, a llorar de felicidad, a sentir tuya la alegría y la tristeza de los demás. A defender lo que es tuyo con uñas y dientes, a luchar por tus sueños y tus metas hasta el final. 
Aprenderás a caer y a levantarte sin titubear, a saltar al vacío con confianza, a escalar hasta alcanzar las estrellas.
 Aprenderás a no juzgar, a extender la mano aunque no te lo pidan, a cogerla cuando la necesites. Aprenderás que hay términos medios, que no solo valen el frío y el calor, el blanco o el negro.
 Aprenderás que la vida es justa aunque cometa injusticias y que te devolverá todo lo que hagas. Aprenderás a creer en muchas cosas y en nada a la vez. Aprenderás que arriesgarse es ganar o perder y volverlo a intentar.

Hay cosas en la vida, que por mucho que lo intentemos no conseguiremos tenerlas siempre. Otras cosas, sin embargo, no las tenemos nunca... Hay que aprender a caminar hacia delante, mirar al frente y no girar la vista. Hay que aprender a sonreír cuando menos nos apetezca y dar mil razones para seguir de pie. Hay que sacar lo mejor de cada uno aunque nos cueste y hay que mirar la vida con una gran sonrisa!

Nunca te rindas...lucha siempre por lo que quieras, a pesar de los obstáculos...Demuéstrale a la vida, que no siempre se va a salir con la suya. Y devuélvele a los problemas una simple y enorme SONRISA!
Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos....


dissabte, 2 de juny del 2012

¡¡ No importa!!

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...
¡Qué importa éso!

Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.

... Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen porqué decir: Eres muy joven... no lo lograrás.

Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas...
Valen mucho más que eso.

¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!

Lo que importa es la edad que siento.

Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.

Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!

Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.

JOSE SARAMAGO