dijous, 17 de març del 2011

Todavía

 
No lo creo todavía;
estás llegando a mi lado
y la noche es un puñado
de estrellas y de alegría.

Palpo, gusto, escucho y veo
tu rostro, tu paso largo,
tus manos, y sin embargo
todavía no lo creo.

Tu regreso tiene tanto
que ver contigo y conmigo
que por cábala lo digo
y por las dudas lo canto.

Nadie nunca te reemplaza
y las cosas más triviales
se vuelven fundamentales
porque estás llegando a casa.

Sin embargo, todavía
dudo de esta buena suerte,
porque el cielo de tenerte
me parece fantasía.

Pero venís, y es seguro,
y venís con tu mirada,
y por eso tu llegada
hace mágico el futuro.

Y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos,
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido.

Y si beso la osadía
y el misterio de tus labios
no habrá dudas ni resabios
te querré más todavía. 
 
Mario Benedetti 
 
 

La granja del tesoro

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La granja del tesoro

Según cuenta la historia, que muchos ya conoceréis, un hombre en Nueva York al que le llegó la edad de la jubilación, decidió dar un cambio a su vida y, juntando todos sus ahorros, compró una granja y unos pocos acres de terreno en Portugal. La modesta granja había estado vacía durante más de quince años, desde que su propietario y su esposa murieran sin dejar herederos.
Cuando el nuevo propietario se instaló y se dispuso a poner un poco de orden en la granja, se encontró con que en uno de los almacenes, que antiguamente era usado como granero, habían unas enormes puertas metálicas que impedían el paso a una gran zona del recinto.
Las puertas estaban completamente bloqueadas, pero el jubilado era un tipo con recursos y al día siguiente se dispuso a abrir aquellas puertas equipado con un generador y un par de cortadoras radiales.
Tras muchos esfuerzos, las puertas cedieron y la luz del sol inundó aquel lugar en el que la penumbra había reinado durante los últimos quince años. La sorpresa del jubilado y de su mujer fue mayúscula cuando, tras aquellas puertas encontraron cientos de vehículos de época de alta gama, de todo tipo de marcas y modelos.
La posterior tasación de los vehículos se cifró en unos 35 millones de dólares y los nuevos dueños de la granja tienen pleno derecho a los bienes que allí encontraron.
Una historia increíble, ¿verdad?


Tras investigar un poco sobre esta historia, es posible que esté un poco adornada por el boca a boca y que ni tan siquiera exista el jubilado americano. Según parece, los automóviles podrían pertenecer a un distribuidor de automóviles de los años ochenta, que usaría este lugar como almacén y que hoy en día pertenecen a sus herederos.

http://tejiendoelmundo.wordpress.com


José Zorrilla (1817-1893)

Nació en Valladolid, el 21 de febrero de 1817. Allí transcurrieron los primeros años de su vida, para trasladarse luego a Burgos y Sevilla. Cuando contaba 9 años, se mudó con su familia a Madrid, donde estudió en el Seminario de Nobles, dirigido por los jesuitas.
Fue enviado a estudiar Derecho a Toledo, pero ante el fracaso en sus estudios, regresó a Valladolid. Su pasión se combinaba entre la literatura, el dibujo y las mujeres. Por lo tanto, su padre, hombre severo e inflexible, tomó una drástica determinación: enviarlo a Lerma a cavar viñas. Ante esa decisión, huyó a Madrid, donde se dedicó al arte, pasando miseria.
Su prestigio comenzó con el homenaje leído en memoria de Mariano José Larra, donde cayó desmayado de emoción. Reemplazó al citado escritor como redactor del periódico “El Español” y también escribió para “El Porvenir”.
En julio de 1839 se estrenó su primer drama: “Juan Dándolo” escrito junto a García Gutiérrez. A ésta le siguieron otras obras dramáticas basadas en el estilo del Siglo de Oro español, y plenas de suspenso: “El puñal del godo” (1843), “Don Juan Tenorio” (1844), “Más vale llegar a tiempo que rondar un año” (1845), “El rey loco” (1847), “La creación y el diluvio universal” (1848) y “Traidor, inconfeso y mártir” (1849).
En 1849, fue nombrado miembro de la junta del Teatro español y de la Academia. En 1850 se dirigió a Francia y en 1855, a México, donde fue nombrado director del Teatro Nacional por el emperador Maximiliano.
En sus obras refleja su catolicismo, su españolismo, su inspiración fácil, una musicalidad y plasticidad maravillosas, colorido, energía y vistosidad espontáneas.
Él mismo señaló sus defectos y virtudes en el logro del éxito:
“He aprendido desde joven una cosa muy difícil de poner en práctica: el arte de hablar mucho sin decir nada, que es en lo que consiste generalmente mi poesía lírica…”.
“Mis obras son muy numerosas, pero son las más incorrectas de las producidas por los poetas de nuestro siglo: Me complace y me duele hallarme en esta ocasión de declararlo espontáneamente. Deben mis obras su fama a la época innovadora en que las empecé a publicar, a los alardes de religión y de españolismo de que están salpicadas, a los asuntos populares que tratan, a mi larga ausencia de mi país, a lo novelesca que supone el vulgo mi vida en regiones remotas, y más que todo esto, a la fortuna que a mi ignara osadía acompaña desde mi juventud”.
Sus poemas líricos, fueron publicados en varias colecciones tituladas “Poesías”, en siete volúmenes, que se conoció en 1837, “Cantos del Trovador”, en tres volúmenes (1840-1841), “Vigilias del estío”, “Recuerdos y fantasías” (1844), “La azucena silvestre” (1845), “El desayuno del diablo”, “Un testigo de bronce” y “El cantar del romero” (1886).
Sus leyendas épico-líricas, que él tituló “Leyendas y tradiciones”, constituyen la parte más famosa de su poesía no dramática. Están escritas en romances con los títulos de: “Una aventura de 1360”, “A buen juez, mejor testigo”, “Para verdades: el tiempo, y para justicias: Dios”, “Justicias del Rey Don Pedro” y “El capitán Montoya”. Merece entre estas obras destacarse “Granada”, un extenso poema inconcluso en el cual pensaba evocar la dominación árabe. Publicó dos volúmenes en París, pero nunca lo concluyó.
En 1889, fue homenajeado como poeta laureado de España en Granada por el duque de Rivas.
Víctima de un tumor cerebral, muere durante la intervención quirúrgica que intentaba extraérselo, en 1893, en Madrid.

Sentimientos

Y uno aprende


Después de un tiempo
Uno aprende la sutil diferencia
Entre sostener una mano y encadenar el alma,

Y uno aprende que el amor no significa acostarse
Y una compañía no significa seguridad
Y uno empieza a aprender

Que los besos no son contratos
Y los regalos no son promesas,
Y uno empieza a aceptar sus derrotas 
con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende que realmente puede aguantar,
Que uno realmente es fuerte,
Que uno realmente vale

Y después de un tiempo
Uno planta su propio jardín y 
decora su propia alma
En lugar de esperar a 
que alguien le traiga flores.

Con el tiempo aprendes
Que estar con alguien porque 
te ofrece un buen futuro
Significa que tarde o temprano 
querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo aprendes
Que sólo quien es capaz 
de amarte con tus defectos, 
sin pretender cambiarte
Puede brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo aprendes
Que si estas al lado de esa persona 
sólo por acompañar tu soledad,
Irremediablemente acabarás 
no deseando volver a verla.

Con el tiempo comprendes que 
los verdaderos amigos son contados,
Y que quien no lucha por ellos
Tarde o temprano se verá 
rodeado sólo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes
Que disculpar cualquiera lo hace
Pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes
Que si has herido a un amigo de forma dura
Muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta
Que aunque seas feliz con tus amigos,
Algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta
De que cada experiencia vivida con cada persona, 
es única e irrepetible.

Con el tiempo te das cuenta
De que el que humilla o desprecia 
a un ser humano,
Tarde o temprano sufrirá las mismas 
humillaciones o desprecios.

Con el tiempo aprendes a construir
todos tus caminos en el hoy,
Porque el terreno del mañana 
es demasiado incierto para hacer planes.

Con el tiempo comprenderás
Que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen
Ocasionará que al final no sean como esperabas.

Con el tiempo te das cuenta
De que en realidad lo mejor no era el futuro,
Sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.

Con el tiempo verás que,
Aunque seas feliz con los que están a tu lado,
Añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo
Y ahora se han marchado

Con el tiempo aprenderás que 
intentar perdonar o pedir perdón,
Decir que amas decir que extrañas,
Decir que necesitas decir 
que quieres ser amigo,
Ante una tumba ya no tiene sentido.

Y uno aprende y aprende
Y con cada dia uno aprende.
Pero desafortunadamente sólo con el tiempo. 



Al igual que a García Márquez, a Borges se le atribuyeron textos que nada tienen que ver con su estilo y los hicieron circular por todo internet. Copio una aclaración:

Personas ociosas, o desinformadas, o que padecen ambas dolencias, son dadas a atribuir a escritores excelentes la autoría de textos a los que, con piedad, denominaré eufemísticamente "no brillantes".
Jorge Luis Borges ha sido víctima de tales desvaríos más de una vez:

1) Contra la falsa atribución de cierto conjunto de palabras ya nos informó Iván Almeida en "Jorge Luis Borges,autor del poema «Instantes»" (título, ya se ve, paródico de "Pierre Menard, autor del Quijote"):
www.hum.au.dk/romansk/borges/bsol/iainst.htm
2) Contra la falsa atribución de otro cierto conjunto de palabras me ocupé yo en "La novela que Borges jamás escribió":
www.ucm.es/info/especulo/numero26/borgesno.html

Pues bien, el azar me llevó a descubrir que, en alrededor de doscientos sitios de Internet, seres fantasmales atribuyen a Borges la escritura de una prosa, "edificante y reflexiva", titulada, según parece, "Después de un tiempo".
Puede encontrarse, por ejemplo, en foros.uruguaytotal.com/w3t/showthreaded....5&o=93&part= 

Extraido de:
http://www.elclubliterario.com/index.php?option=com_kunena&func=view&catid=62&id=4189&Itemid=3

Era una vez un río

Era una vez un río –dice la vieja tradición oriental – que corría mansamente sobre su cómodo lecho de barro. Sus aguas eran turbias, y en ellas vivían los peces plomizos que buscan su alimento en el lodo. 
Como era muy poco profundo, a ningún ser humano se le había ocurrido hacer un puente sobre él, y se conformaron arrojando en su seno algunas grandes piedras que improvisaban caminos, apenas húmedos por las lentas aguas. Los animales del bosque, simplemente, lo vadeaban por los lugares menos profundos, revolviendo sus entrañas con sus patas. A beber iban al lago cercano, pues las aguas del río eran oscuras y olían mal.
Pero el dios Indra, que todo lo ve, se apiadó del Genio del río, pues sin ser tonto, actuaba como tal, entorpecido por la inercia y la comodidad, ya acostumbrado a que pisoteasen su cuerpo, que era húmedo y hediondo como una víbora muerta Con el paso del tiempo, el río se había conformado con los caminos más suaves, y evitaba los declives violentos.
Era mudo, feo y las bellas ondinas y las hadas de las riberas no se acercaban a él, ni siquiera para fabricar sus espejos mágicos en las noches de luna llena. Uno de los servidores de Indra secó la tierra frente a él y la levantó de manera que lo obligó a desviarse. 
El viejo río, asustado al principio, comenzó a gemir, pero pronto descubrió el placer de saltar sobre las piedras, y con un rugido abatió árboles y se abrió camino, saltando abismos y arremetiendo contra enormes peñascos. Su agua se hizo límpida al filtrarse a través de las arenas y pedruscos, su lecho fue de piedra y a veces de metal, brillando las vetas en su cauce como los ígneos látigos de Indra cuando conduce a los Maruts.
De su seno, otrora oscuro y lóbrego, nació la espuma blanca, pues la blancura no aparece si no hay lucha, si no hay purificación. Lo habitaron los peces irisados que remontan las aguas y las claras lagunas que iba dejando a sus costados, engarzadas en formidables rocas, fueron embeleso de los Elementales de las aguas. 
Lo habitaron los peces irisados que remontan las aguas y las claras lagunas que iba dejando a sus costados, engarzadas en formidables rocas, fueron embeleso de los Elementales de las aguas. 
Lo habitaron los peces irisados que remontan las aguas y las claras lagunas que iba dejando a sus costados, engarzadas en formidables rocas, fueron embeleso de los Elementales de las aguas. 
Con el reflejo titilante de las estrellas hicieron las ninfas sus peines mágicos, y los espejos encantados los extraían de los profundos remansos. Los hombres ya no lo pisotearon, sino que elevaron arcos de triunfo sobre él, a los que llamaban puentes. 
Los animales lo cruzaban nadando, y limpios y brillantes, comentaban luego la fuerza del río. Al final, cuando llegaba a su Madre Ganga, era recibido con ovaciones por las otras aguas, que se abrazaban a las suyas gritando de alegría. 
Y, viendo todo esto y muchas cosas más que no os cuento, Indra pensó en los muchos seres humanos que no aprovechan sus oportunidades y siguen siendo ríos lentos y barrosos, carentes de valor y de gloria. Dos lágrimas corren entonces por su rostro candente, y así aparecen las nubes, y todo en la Naturaleza se vuelve gris y lamenta la estupidez humana.

 Jorge Ángel Livraga


Azafata