dimarts, 8 de novembre del 2011

Escucha lo que no digo



 No te dejes engañar por mí.
No permitas que te engañen mis apariencias.
Porque no son más que una máscara,
quizá mil máscaras que temo quitarme,
aunque ninguna me representa.
Doy la impresión de estar seguro,
de que todo va viento en popa,
tanto dentro como fuera,
de que soy la confianza personificada,
de que la calma es mi segunda naturaleza,
de que controlo la situación
y de que NO TENGO NECESIDAD DE NADIE.
Pero no me creas, te lo ruego.
Externamente puedo parecer tranquilo,
pero lo que ves es una máscara.
Por debajo, escondido, está mi verdadero yo
sumido en la confusión, el miedo y la soledad.
Pero lo escondo.
No quiero que nadie lo sepa.
Me aterra pensar que pueda saberse.
Por eso tengo constantemente necesidad
de crear una máscara que me oculte,
una imagen pretenciosa que me proteja
de la miradas sagaces.
Pero esas miradas son precisamente mi salvación,
y lo sé perfectamente,
con tal de que vayan acompañadas
de la aceptación y del amor.
Entonces, esas miradas, se convierten
en el instrumento que puede liberarme de mi mismo,
de los mecanismos de defensa
y las barreras que he levantado entorno a mí,
en el instrumento que puede mostrarme aquello
de lo que no consigo convencerme:
que realmente tengo un valor.
Pero esto no te lo digo,
no tengo coraje:
Me da miedo que tu mirada no venga acompañada
de la aceptación y del amor.
Quizá temo lo que puedas pensar,
que puedas cambiar de opinión sobre mí,
que te burles de mí
y que tu sonrisa me fulmine.
En el fondo, lo que temo es No valer nada,
y que tú te des cuenta y me rechaces.
Por eso sigo con mi juego
de pretensiones desesperadas,
con una apariencia externa de seguridad
y con un niño tembloroso por dentro.
Despliego mi desfile de máscaras
y dejo que mi vida se convierta en una ficción.
Te cuento todo lo que no importa nada,
y nada de lo que de verdad importa,
de lo que me consume por dentro.
Por eso, cuando reconozcas esta rutina,
no te dejes engañar por mis palabras:
escucha bien lo que No te digo,
lo que querría decir, lo que necesito decir,
pero no consigo decir.
No me agrada esconderme, te lo aseguro,
me encantaría ser espontáneo, sincero y genuino,
pero tendrás que ayudarme.
Por favor, tiéndeme tu mano,
aún cuando parezca que eso es lo último que deseo.
Tú puedes sacar a la luz mi vitalidad,
cada vez que te muestras amable, atento y diligente,
cada vez que tratas de comprenderme,
cada vez que me aceptas tal y a pesar de lo que soy.
Porque me quieres,
mi corazón palpita y renace.
Quiero que sepas lo importante que eres para mí
y el poder que tienes, si quieres,
de sacar a la luz la persona que yo soy.
Escúchame, te lo ruego.
Tú puedes derribar las barreras
tras las que me refugio,
tú puedes arrancar mi máscara,
tú puedes liberarme de mi prisión solitaria.
¡ No me ignores ¡ ¡ No pases de largo, por favor ¡
Ten paciencia conmigo.
A veces parece que, cuanto más te acercas,
tanto más me rebelo contra tu presencia.
Es irracional, pero es así:
combato aquello de lo que tengo necesidad.
¡ Así somos los humanos muchas veces ¡
Pero el amor, el amor de Dios que habita en ti,
es más fuerte que toda resistencia,
y ahí reside mi esperanza,
mi verdadera esperanza.
Ayúdame a derribar las barreras
con tus manos firmes,
pero a la vez delicadas,
pues dentro de mi habita un niño
y un niño es siempre muy frágil.

¿Te preguntas quién soy?
Soy alguien a quien conoces muy bien.
Soy cada persona con quien te encuentras.

Soy... Tú mismo 

 

Entre reir y llorar


Si en apariencia, reír es signo de felicidad, llorar es expresión de tristeza. General mente la sociedad según su cultura establece una serie de convencionalismos que, al ser acatados, pueden afectar la personalidad de muchos de sus miembros y de no correr el riesgo de ser criticados por su mismo ambiente. Un ejemplo es considerar el acto de llorar como conducta propia de mujeres.

Las glándulas lacrimales tienen diversas funciones entre ellas, conservar la humedad del órgano visual; de manera que no es aconsejable crear en los niños la idea de que los hombres no lloran". Ya Tácito el historiador romano en su época decía "a las mujeres les esta bien llorar, a los hombres recordar".
Nadie puede perder el derecho natural a derramar lágrimas por expresar sus verdaderos sentimientos, máxime cuando estas también reflejan el dolor, y el amor en su más pura expresión. Claro que a todos nos gusta reír, mas sin embargo no todas las risas agradan, ni todos los llantos disgustan
.
En efecto la risa de los adultos tiene diferentes orígenes. Mal pueden considerarse producto de la felicidad aquella proveniente de la realización "exitosa" de actos perversos. Cuando ríe de sastifacion el traidor, al tender una red bajos los pies del amigo, su semblante es una mueca, porque jamás podrán derrochar la simpatía de la autentica risa, es decir aquella cuya innegable dureza, penetra suavemente en otros espíritus.
Al contrario perjudica el ritmo cardiaco de quienes condenan tan cobarde actitud repudiable también la conducta de aquellos que lejos de auxiliar a quien accidental mente pierde el equilibrio, solamente carcajadas impregnan el entorno de la dolorida persona.

Si... las apariencias engañan. Muchas veces ver llorar a una persona lo semejamos al dolor, pero las lagrimas también acompañan estados de gozo: los padres al abrazar a su hijo convertido en un brillante profesional; los familiares, al superar el paciente la intervención quirúrgica de altísimo riesgo: la madre cuando su regazo es cuna para su ansiado vástago; el reo al recuperar su libertad. Entre risas y lágrimas celebran los fanáticos la victoria de su equipo. El arrepentimiento que conlleva al nacimiento  espiritual de un nuevo ser, también es precedido por un llanto, transformador de un entristecido rostro en uno sonriente.

Por eso no debemos esconder las lágrimas si exigen salir. Aunque fuerte la expresión, fundadas razones llevarían a Federico García Lorca -poeta y dramaturgo español- a expresar "quiero llorar porque me da la gana" no petrifiques tus sentimientos.