dijous, 13 d’octubre del 2011

Misterio


 Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;
si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo; 

y si temiendo en tus huellas
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;
yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna. 

Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido. 

Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento. 

Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagdas
de amor y melancolía.

Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella. 

Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante,
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana,
yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo..
.
Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.

Manuel Acuña

Paciencia


Un pastor tenía dos ovejas y estaba contento porque las dos ovejas habían parido y tenían unos hermosos y juguetones corderitos.

Durante la noche el pastor encerraba sus dos ovejas en un corral que tenía muy cerca de la casa. Así aseguraba que lobos y zorros no las mataran.
En las horas del día las soltaba para que fueran a pastar por los cerros. Y aquel día las soltó, como siempre y dejo a los corderitos en el corral. Es muy riesgoso soltarlos tan pequeños.

Las dos ovejas cruzaron el río caminando sobre su firme lecho de piedras. Las aguas del río eran poco profundas y ellas lo cruzaban a diario. Pero al poco tiempo se desato un temporal muy fuerte y la lluvia fue repentina y torrencial. Las aguas descendieron de los cerros, se volcaron torrentosas en los pequeños arroyos y el río se desbordó.

El pastor salió hasta la orilla, porque sabía que se acercaba la hora en que sus ovejas regresarían, para amamantar a sus críos y pasar la noche en su corral y vio que sería imposible cualquier intento por cruzar aquel torrente de aguas, sin exponerse a ser arrollado y golpeado contra las piedras.
Una oveja se puso a pastar paciente en la orilla, esperando que las aguas bajaran, la otra se impacientó y comenzó a lamentarse:
-Esta agua no descenderá y mis hijitos morirán de hambre, aquí nos sorprenderá el lobo y nos moriremos.
La compañera trato de calmarla:
-No te impacientes, recuerda que ya vimos muchas crecientes en el río y siempre vimos las aguas descender, no nos pasará nada malo y mañana amamantaremos a nuestros hijos.

De nada valieron sus reflexiones, la oveja se lanzó al río. El pastor la miraba impotente desde la otra orilla. La pobre oveja avanzó unos pocos metros, pero las aguas la vencieron y la arrastraron rìo abajo, el pastor y la compañera vieron como el cuerpo de la desdichada era llevado por la corriente, que lo golpeaba contra todas las rocas salientes.

Al anochecer las aguas ya habían descendido bastante, pastor y oveja se miraban desde las dos orillas, el pastor que conocía bien los pasos menos riesgosos, entró al agua y lenta y cuidadosamente, llego hasta la otra orilla, ató una cuerda al cuello de su oveja y ambos volvieron a cruzar el río.
Los corderitos balaban en el corral, el pastor hizo que los  corderitos mamaran de la oveja sobreviviente, que se constituyó en la madre de todos.

“Sin esperanza es imposible tener paciencia, porque nadie espera lo imposible y la esperanza más hermosa es la que nace en situaciones más desesperantes. La impaciencia, con la que quieren alcanzarlo todo hoy, es la que hace perder la oportunidad de alcanzarlo mañana”.
Autor Desconocido.