dilluns, 4 d’abril del 2011

Poema del pecado


“Vamos que se hace tarde”, me dijiste;
pero yo me quedé mirando al mar,
con el hastío de un pecado triste,
pues no hay nada más triste que un pecado vulgar.

Tú, la mujer ajena,
yo, el hombre sin ayer,
ya el mar borró tus pasos en la arena,
pero hay cosas más hondas en un atardecer.

Yo me imagino como fue el regreso,
si ya él estaba allí,
si tú como otras veces, pudiste darle un beso,
y si al besarlo no pensaste en mí.

Y me imagino lo que habrás sentido
si después,
al quitarte el vestido,
rodó un poco de arena hasta tus pies.

Ya sé que fue un pecado
triste y vulgar;
pero el viento soplaba de aquel lado
y se llevó el pecado sobre el mar.

Y al cruzar una acera,
ladrón de cosas que no tienen fin,
para pagarte un beso a mi manera,
fui cortando las rosas de un jardín.

Tal vez mañana,
como hay sueños que han sido y que no son,
tú abrirás como siempre la ventana
y saldrás a esperarlo en el balcón.

Y como una sorpresa,
como una burla fina y cruel,
colocarás mis flores en la mesa,
sin que tiemble tu mano en el mantel.

Tal vez vuelva a la playa
por andar en la arena, no por ti;
ya me dijiste que aunque yo no vaya,
tú irás todas las tardes por allí.

Y si nos tienta algún pecado
triste y vulgar,
el viento sopla siempre de aquel lado
y se lo lleva todo sobre el mar.

José Ángel Buesa



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