Aracne era hija de Idmón un tintorero de la ciudad de Lidia, antigua región del Asia Menor. |
Aracne era muy habilidosa y hermosa, pero tenía un excesivo orgullo que la llevó a jactarse de ser la mejor hilandera, mejor incluso que la propia Atenea, diestra tanto con la espada como con su propia aguja de bordar.
Aracne quería que su arte fuera grande por su propio mérito y no quería deberle sus habilididades y triunfos a nadie. Por eso, en un momento de inconciencia, retó a la diosa, quien por supuesto aceptó el reto.
Primero, se le apareció a la joven en forma de anciana y le advirtió que se comportará mejor con la diosa y le aconsejó modestia.
Aracne, orgullosa e insolente desoyó los consejos de la anciana y le respondió con insultos. Atenea montó en cólera, se descubrió ante la atrevida jovencita y la competencia inició.
En el tapiz de la diosa, mágicamente bordado se veían los doce dioses principales del Olimpo en toda su grandeza y majestad. Además, para advertir a la muchacha, mostró cuatro episodios ejemplificando las terribles derrotas que sufrían los humanos que desafiaban a los dioses.
Las Hilanderas de Velázquez |
Por su parte, Aracne tejio una pieza de tapiz en la que se podian contemplar los amoríos deshonrosos de los dioses olimpicos, como el de Zeus y Europa, Zeus y Dánae, entre muchos más. La obra era tan perfecta que la diosa no pudo encontrar ningún defecto, pero Atenea encolerizada por el insulto hecho a los dioses, rompió el hermoso tapiz y luego se esañó con la orgullosa Aracne que aterrorizada prefirió atarse a una cuerda y colgarse a seguir soportando los golpes.
Pero la diosa se apiadó de ella convirtiendola en una araña que no paraba de tejer hermosas telas que brillaban con los rayos del sol.
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