Un hombre rico acostumbraba ir al mercado, comprar la mercancía y luego arreglárselas para que se la llevasen a su casa sin que le costase nada el transporte.
Un día compró una caja llena de loza, encontró a un portador y le propuso que en vez de la paga que le correspondiera, le daría tres consejos que le serían útiles toda la vida.
El portador, dominado por la curiosidad, aceptó el contrato, pensando que el dinero se lo podrían dar otros trabajos.
Así pues, se cargó a la espalda la caja y echó a andar. Después de un rato, sintiéndose aplastado por el peso, le dijo al hombre rico que le diese el primer consejo. Aquel respondió:
.-Si alguien te dice que la esclavitud es mejor que la libertad, no lo creas.
Entonces comprendió el portador que aquel hombre quería engañarle, pero siguió adelante para saber cuáles serían los otros consejos. Poco después y sólo para coger fuerzas, le pidió el segundo consejo. El hombre rico contestó esta vez:
.-Si alguien te dice que es mejor la pobreza que la riqueza, no lo creas.
El portador se enojó, porque eran cosas que sabía de sobra, pero ya estaban llegando a la casa, así es que le pidió el tercer consejo. El cara dura embrollón respondió:
.-Si alguien te dice que es mejor el hambre que la hartura, no lo creas.
Esto era demasiado para el pobre portador sudoroso y jadeante. Desesperado, descargó la caja de golpe haciendo que cayera estrepitosamente al suelo. A las protestas del explotador, respondió:
.-Si alguien te dice que queda todavía una taza intacta, no lo creas.
Quien te prodiga consejos
buscando el propio interés,
no lo dudes,
nunca es un amigo verdadero.
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