dissabte, 30 d’abril del 2011
Las palabras
Las palabras no se avientan a la página o por la ventana,
no se ajustan, ni se fabrican, ni se engranan.
Las palabras no se juzgan, ni se digieren, ni se fuman,
ellas deben ser dócilmente colocadas y
- todavía hojeadas -
hay que dejar que se muevan, que susurren, que retumben,
que se aclaren y vivan solas sus significados.
Las palabras deben ser tratadas con paciencia,
con soluciones especiales que vienen de historias
-personales, culturales, sensoriales-
A veces las palabras se palpan y están dadas por el Señor,
a veces vienen de las verduras, del agua, del sol
y del aire- etéreas, terrestres, esféricas-
Las palabras no se provocan,
y se deslizan en el cuerpo por el tacto.
Las palabras rechinan pero no como las puertas o los dientes
sino como los sentidos llenos de significados,
con sensaciones nocturnas
cuando truenan sus huesos, de aire y de vidrio,
como unos misterios,
a través de los rincones de las casas.
Las palabras están en la memoria,
en los pliegues de los ojos, de la boca y de la frente.
Las palabras se sueñan de día, a veces con tacones
mientras las escribes extendidas
y se iluminan cuando te visitan por la noche.
Las palabras se flitran
como filtra la abuela el queso en la coladera
como los ¡hombres, pájaros y cerdos!
con los signos de puntuación.
Las palabras no son de oro ni de plata.
La palabra oro es tan corta
como agua, cielo, aire
y la palabra diamante es pulida
como el pájaro es pulido por el aire
que no vuela sin rumbo
sino que desciende del sol.
En nuestros relojes de arena
se murmura, por momentos,
que el tiempo ha pasado.
Las palabras ordinarias se van,
las importantes se escapan
pero no irán al futuro
sino por dichos y combinaciones
de otras y otras generaciones
Poema de Ionel Muscalu traducido por Nicoleta Ilie y Beatriz Estrada
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