dilluns, 21 de febrer del 2011

Las Alas Son Para Volar


Cuando un niño empieza a dar sus primeros pasos es muy seguro que en algún momento caerá, aquí lo importante es transmitirle que los golpes son parte del aprendizaje pero que si insiste muy pronto hasta correrá.
 
Las Alas Son Para Volar....

... Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
—Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de olar, me parece que sería penoso que te limitaras a caminar, teniendo las alas que el buen Dios te ha dado. —Pero yo no sé volar –contestó el hijo.
—Es verdad... –dijo el padre y caminando lo llevó hasta el borde del abismo en la montaña.
—Ves, hijo, este es el vacío. Cuando quieras volar vas a pararte aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó:
—¿Y si me caigo?
—Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que te harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente le dijeron:
—¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo está medio zafado...
¿Qué vas a buscar volando? ¿Por qué no te dejas de pavadas?
¿Quién necesita volar?
Los más amigos le aconsejaron:
—¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio?
Prueba tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. Subió a la copa de un árbol y, con coraje, saltó... Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas pero igual se precipitó a tierra...
Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre:
—¡Me mentiste! No puedo volar. Probé y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.
—Hijo mío –dijo el padre— para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.
Es como para tirarse en un paracaídas. Necesitas cierta altura antes de saltar.
"Para volar hay que empezar corriendo riesgos. Si no quieres, quizás lo mejor sea resignarse y seguir caminando para siempre."

Se deja de querer


Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer;
es como abrir la mano y encontrarla vacía
y no saber de pronto qué cosa se nos fue.

Se deja de querer...
y es como un río cuya corriente fresca ya no calma la sed,
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.

Se deja de querer...
Y es como el ciego que aún dice adiós llorando
después que pasó el tren,
o como quien despierta recordando un camino
pero ya sólo sabe que regresó por él.

Se deja de querer...
como quien deja de andar una calle sin razón, sin saber,
y es hallar un diamante brillando en el rocío
y que ya al recogerlo se evapore también.

Se deja de querer...
y es como un viaje detenido en las sombras
sin seguir ni volver,
y es cortar una rosa para adornar la mesa
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.

Se deja de querer...
y es como un niño que ve cómo naufragan sus barcos de papel,
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.

Se deja de querer...
y es como un libro que aún abierto hoja a hoja quedó a medio leer,
y es como la sortija que se quitó del dedo
y solo así supimos... que se marcó en la piel.

Se deja de querer...
y no se sabe por qué se deja de querer. 

José Ángel Buesa 

Retrato


Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.

Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.

Manuel Machado


Refranes (9)


Al aguador, su cuba y no la borla del doctor.
Al alba del puerco, que da el sol a medio cuerpo.
Al alcornoque no hay palo que lo toque; menos la carrasca, que le Casca.
Al amigo cuando lo pruebas, a veces chasco te llevas.
Al amigo falso, tómelo el cadalso.
Al amigo que en apuro está, no mañana, sino ya.
Al amigo que es vicioso, tratarlo poco.
Al amigo que no es cierto, con guiño de tuerto.
Al amigo que no sea de ley, plántalo en lo del rey.
Al amigo reconciliado, con un ojo abierto y el otro cerrado.
Al amigo, nunca lo pruebes.
Al amo listo y avisado, nunca lo engaña el criado.
Al amo que honra, el criado bien le sirve.
Al asno no pidas lana.
Al asno rudo, aguijón agudo.
Al asno y al mulo, la carga al, culo.
Al asno, el palo, y a la mujer, el regalo.
Al avaro, es tristeza hablarle de largueza.
Al ave de paso, cañazo.
Al bien, buscarlo, al mal espantarlo.
Al bien, buscarlo; al mal, esperarlo.
Al bien, deprisa, y al mal, de vagar, te has de llegar.
Al buen amanecer no te lo dejes perder.
Al buen amar, nunca le falta que dar.
Al buen amigo lo prueba el peligro.
Al buen amigo, con tu pan y con tu vino; y al malo, con tu can y tu palo.
Al buen amigo, dale tu pan y dale tu vino.
Al buen corazón la fortuna le favorece.
Al buen día, métele en casa.
Al buen entendedor con pocas palabras basta.
Al buen jugador la pelota le viene.
Al buen pagador, no le duelen prendas.
Al buen segador, nunca se le olvida la hoz.
Al buen vino, buen tocino.
Al buen, regalo; al malo, palo.
Al bueno buscarás y del malo te apartarás.
Al bueno por amor y al malo por temor.
Al bueno, porque te honre, y al malo porque no te deshonre.
Al buey viejo múdale el pesebre y dejará el pellejo.
Al buey viejo no cates abrigo.
Al burro el palo y a la mujer el regalo.
Al burro muerto, la cebada al rabo.
Al burro viejo, la mayor carga y el peor aparejo.
Al caballo y al amigo no hay que cansarlos.
Al cabo de la jornada, no tener nada.
Al cabo de los años mil, vuelven las aguas por donde solían ir.
Al catarro, dale con el jarro.
Al cerdo mas ruin, la mejor bellota.
Al ciego no le aprovecha pintura, color, espejo ni figura.
Al cobre y al estaño, mucho paño.
Al comer chorizos, llaman buenos oficios.
Al comer de las morcillas, ríen la madre y las hijas y al pagar, todos a llorar.
Al comer, al tajadero, al cargar, al cabestrero.
Al comer, comamos, y al pagar, a ti suspiramos.
Al conejo y al villano, despedazarlo con la mano.
Al cuco no cuques y al ladrón no hurtes.
Al desagradecido, desprecio y olvido.
Al descalabrado nunca le falta un trapo, que roto, que sano.
Al desdén con el desdén.
Al desdichado, poco le vale ser esforzado.
Al desganado, darle ajos.
Al destapar las cubas, se ve si es vino.
Al diablo y a la mujer, nunca les falta que hacer.
Al dolor de cabeza, el comer le endereza.
Al endeble todos se le atreven.
Al enemigo honrado, antes muerto que afrentado.
Al enemigo, ni agua.
Al enfermo que es de vida, el agua es medicina.
Al erizo, Dios le hizo.
Al espantado, la sombra le basta.
Al estudiante, el tabaco no le falte.
Al falso amigo, hazle la cruz como al enemigo.
Al flojo cavador, meterlo en medio, y grande azadón.
Al fraile mesurado, mírale de lejos y háblale de lado.
Al freír de los huevos lo veréis.
Al freír será el reír.
Al galán y la dama, el diablo los inflama, y la ocasión le hace la cama.
Al ganado esquilado manda Dios viento moderado.
Al gato goloso y a la moza ventanera, tápales la gatera.
Al gusto estragado, lo dulce le es amargo.
Al haragán y al pobre, todo le cuesta el doble.
Al herrero con barbas y a las letras con babas.
Al hijo de la hija, métele en la vedija; al de la nuera, dale pan y échale fuera.
Al hijo del herrero, de balde le machacan el hierro.
Al hijo del rico no le toques el vestido.
Al hombre afligido, no le des más ruido.
Al hombre aguado, mirarle de lado.
Al hombre casado, su mujer lo hace bueno o malo.
Al hombre de más saber una mujer sola le echa a perder.
Al hombre de rejo, vino recio.

Confianza


Mientras haya
alguna ventana abierta,
ojos que vuelven del sueño,
otra mañana que empieza.
Mar con olas trajineras
—mientras haya—
trajinantes de alegrías,
llevándolas y trayéndolas.
Lino para la hilandera,
árboles que se aventuren,
—mientras haya—
y viento para la vela.
Jazmín, clavel, azucena,
donde están, y donde no
en los nombres que los mientan.
Mientras haya
sombras que la sombra niegan,
pruebas de luz, de que es luz
todo el mundo, menos ellas.
Agua como se la quiera
—mientras haya—
voluble por el arroyo,
fidelísima en la alberca.
Tanta fronda en la sauceda,
tanto pájaro en las ramas
—mientras haya—
tanto canto en la oropéndola.
Un mediodía que acepta
serenamente su sino
que la tarde le revela.
Mientras haya
quien entienda la hoja seca,
falsa elegía, preludio
distante a la primavera.
Colores que a sus ausencias
—mientras haya—
siguiendo a la luz se marchan
y siguiéndola regresan.
Diosas que pasan ligeras
pero se dejan un alma
—mientras haya—
señalada con sus huellas.
Memoria que le convenza
a esta tarde que se muere
de que nunca estará muerta.
Mientras haya
trasluces en la tiniebla,
claridades en secreto,
noches que lo son apenas.
Susurros de estrella a estrella
—mientras haya—
Casiopea que pregunta
y Cisne que la contesta.
Tantas palabras que esperan,
invenciones, clareando
—mientras haya—
amanecer de poema.
Mientras haya
lo que hubo ayer, lo que hay hoy,
lo que venga. 

Pedro Salinas 


Antonio Machado

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Antonio Machado
(1875-1939)

En Sevilla nace en 1875 Antonio Machado y Ruiz, hijo de un estimable folclorista. En 1883 se traslada la familia a Madrid y Antonio, como sus otros hermanos, estudia en la Institución Libre de Enseñanza. Continúa el Bachillerato en los Institutos de San Isidro y Cisneros (aunque no lo terminaría hasta los 25 años). 

Al morir su padre en 1893 y su abuelo en 1895 sobrevienen dificultades económicas y Antonio empieza un trabajo como actor teatral. En 1899 se traslada - con su hermano Manuel - a París donde trabaja como traductor y entra en contacto con la vida literaria parisiense. Posteriormente, en una segunda estancia en París (1902) conoce a Rubén Darío, con quien le unen mutuos lazos de admiración.

La publicación de Soledades (1903) lo revela como poeta extraordinario.

En 1907 obtiene la cátedra de francés en el Instituto de Soria. Allí pasa una etapa fundamental de su vida. En 1909 se casa con Leonor Izquierdo, una muchacha de 16 años, aunque tres años después, en 1912, ésta fallece en Soria. Antonio, desesperado, abandona la ciudad castellana y se traslada a Baeza. No obstante su corazón queda en Soria.

En 1919 se traslada a Segovia donde desarrolla una intensa actividad de cultura popular. Es elegido miembro de la Real Academia Española en 1927. Conoce por entonces a Pilar Valderrama, la Guiomar de sus últimos poemas amorosos. Y en 1931 obtiene una cátedra en el Instituto Calderón, de Madrid (más tarde pasará al Instituto Cervantes).

En Madrid le sorprende la guerra. Firme partidario de la República, tiene que trasladarse a Valencia; en un pueblecito vecino, Rocafort, vive y escribe en defensa de su España, hasta 1938, en que va a Barcelona, para refugiarse al año siguiente en Francia con su madre. Ambos, muy enfermos, son acogidos en un hotelito de Collioure, donde el 22 de febrero de 1939 muere el poeta. 
Tres días después fallece su madre. 


 

Desde mi silencio

 
Soy más fuerte que mis brazos
y más débil que mi llanto;
más triste que mis suspiros,
más alegre que mi canto.
 
Soy la que tú no conoces:
la que vive sepultada
tras los labios y la piel,
tras la frente y la mirada.
 
Soy aquella que no has visto;
soy la que alienta escondida
entre los impenetrables
muros de su propia vida.
 
Pero detrás de mí misma,
desde mi silencio a voces,
soy la que he querido ser:
soy la que tú no conoces. 
 
             Dora Castellanos
 
 

Te amo


Fueron palabras cálidas, desnudas,
nunca escuchadas antes;
rompieron en mis jóvenes oídos
como brisa de abril en los pinares.
Me dijo: “Te amo”, y en sus manos tibias
se encendieron diez águilas reales,
volando sobre mí en círculos breves,
y se alteró mi sangre.
Le respondí: “Yo a ti”, en encogimiento
de malgastar una vez más la frase
tan suspendida en labios
de medio enamorados, medio amantes.
Y nació una tendencia
que arrastraron los años en su cauce.

Dije a algunas “Te quiero”,
y a pocas “Te amo”, siempre vacilante,
como si fuera a profanar un templo,
y temblaran mis pies en sus umbrales.

Tú estabas por nacer, pero vivías
dentro de mí, y yo ya empezaba a amarte;
y cada otra mujer era una sombra
proyectada por ti, fuego distante.

Y hoy, cuando al fin recalas en mi puerto,
de vuelta de otros mares,
rota la arboladura
de tanto capear los temporales,
hoy por primera vez suenan auténticas,
porque nacieron para ti radiantes,
cuando alguien me las dijo
y recibió en respuesta ambigüedades.
Tal vez opiné entonces
que era el amor, como pensé más tarde.
Hoy sé que eran reflejos, espejismos,
vientos perdidos en los olivares.
Como te digo “Te amo”,
antes que a ti no se lo he dicho a nadie. 

Francisco Alvarez Hidalgo 

Te deseo


Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien confiar sin dudar.
Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro.
Te deseo además que seas útil, mas no insustituible. Y que en los momentos malos, cuando no quede más nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante, no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.
Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.
Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices.
Te deseo que acaricies un perro, alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera, sentirás bien por nada.
Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuantas vidas está hecho un árbol.
Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico, y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: “Esto es mío” sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.
Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre amor para recomenzar.
Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo más nada que desearte.
Victor Hugo